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El pueblo del Sol
Los aztecas son conocidos como el "pueblo del sol" debido a la gran importancia que le atribuían al astro rey en su religión, cultura y cosmovisión. El Sol, que en náhuatl se llamaba "Tonatiuh", desempeñaba un papel central en la vida de los aztecas por varias razones:
Dios del Sol: Para los aztecas, el Sol era considerado una deidad principal. Lo adoraban como un dios supremo y le atribuían la capacidad de proporcionar la vida, el calor y la energía necesarios para la agricultura y la supervivencia. El culto al Sol era parte integral de su religión y sus rituales.
Calendario solar: Los aztecas tenían un calendario solar muy preciso que se basaba en el movimiento aparente del Sol en el cielo. Este calendario regulaba no solo las actividades agrícolas, sino también las festividades religiosas y los eventos sociales. La observación de la posición del Sol en el cielo era esencial para determinar el tiempo y la estación del año.
Arquitectura y urbanismo: Los aztecas construyeron templos y monumentos que estaban alineados de manera precisa con el movimiento del Sol. El Templo Mayor en Tenochtitlán, por ejemplo, estaba orientado de acuerdo con los solsticios y equinoccios. Esta arquitectura reflejaba su profundo vínculo con el Sol y su importancia en la estructura de su sociedad.
Mitología y leyendas: Los mitos y leyendas aztecas a menudo incluían referencias al Sol como una figura divina que jugaba un papel crucial en la creación y el destino del mundo. La creencia en la lucha entre el Sol y la Luna, así como la profecía de la caída de Huitzilopochtli, dios de la guerra y del Sol, contribuyeron a la imagen del Sol como un elemento central en su cultura.

La arquitetura
Por supuesto, la regularidad y la notoriedad de su movimiento aparente convirtieron al Sol en el objeto celeste más observado en Mesoamérica. De hecho, existen referencias en las fuentes históricas del siglo XVI sobre la utilización de observaciones solares con fines calendáricos y arquitectónicos.
Como ejemplo, se utilizaba como guía para registrar la sombra proyectada cuando el Sol se encontraba en el horizonte "marcando el año del equinoccio en marzo, cuando el Sol hacía que la sombra fuera recta y luego se notaba que el Sol ascendía, marcando el primer día".
Por otro lado, el franciscano Motolinia afirma que la festividad llamada Tlacaxipehualiztli (desollamiento de hombres) se llevaba a cabo cuando el Sol "caía en medio de Uclilobos (Templo de Huitzilopochtli en Tenochtitlán), que era el equinoccio...".

Esto demuestra el uso de estructuras arquitectónicas (en este caso, el Templo Mayor) para registrar un fenómeno astronómico. La importancia de esta práctica también se evidencia en los informes de Motolinia, ya que debido a una pequeña desviación del Templo Mayor con respecto al evento equinoccial, el emperador Moctezuma I ordenó derribarlo y reconstruirlo orientado correctamente.
Cuando un ilhuicatlamatini (astrólogo mexica) observaba el movimiento solar día a día, pronto se dio cuenta de que existían varios puntos en el horizonte que indicaban posiciones particulares del Sol en el momento de su salida y puesta.
Así, en cada horizonte (oriental/occidental), había dos puntos solsticiales en los que el Sol aparentaba detenerse; el punto medio de la trayectoria entre ambos solsticios, llamado punto equinoccial, correspondía a una duración igual de la noche y el día.
Finalmente, se tenía el punto asociado al día en que el Sol alcanza el cenit, lo que ocurre dos veces al año en Mesoamérica.
Herencias culturales
La herencia arqueológica que dejaron sus grandes imperios Azteca y Maya; su música alegre y también sentida, y el sabor de una cocina propia, que la única concesión que ha hecho a los lugares donde llegó, ha sido disminuir un poco el picor de sus platos, que mantienen su receta original.